La ola de calor de principios de marzo puso en evidencia la situación crítica de la infraestructura escolar en todo el país. En CABA, el agobio y la bronca de la docencia encontraron un canal en el paro de Ademys que tuvo un acatamiento altísimo a pesar de haber sido boicoteado por la dirección de UTE-Ctera.
Ante el masivo paro de Ademys, la ministra Soledad Acuña que se había limitado a anunciar la distribución de 170.000 botellitas de agua para una población de 700.000 estudiantes, publicó un hilo de Twitter contra “el cierre de colegios”. El argumento desarrollado en esos tuits merece una reflexión porque expone una lógica patronal, clasista y privatizadora que no es sólo de Soledad Acuña.
“El Estado debe garantizar la educación de los chicos todos los días” dice la ministra, como si la frase no implicará ninguna responsabilidad de ella misma. ¿Que los chicos no puedan ir a la escuela porque no hay luz o no hay agua, o que tengan que evacuar por la explosión de un tablero eléctrico, no deja claro que es el Estado el que no garantiza su educación “todos los días”? Ni que hablar de los miles que no tienen vacante o que tienen que viajar en micro de Lugano a Belgrano porque no hay escuelas en su barrio. En realidad, lo que quiso decir Acuña (y en esto no se diferencia del ministro peronista Perczyk) es que son los docentes los que tienen que garantizar la educación “todos los días”, en las condiciones que sea.
Siguiendo está línea de ataque a la docencia, Acuña agrega que “no se puede negar que miles de chicos encuentran mejores condiciones en la escuela que en sus propias casas, [a menos] que los gremios que piden cerrar las escuelas por el calor supongan que todos tienen aires acondicionados en sus hogares” y cita el 52,9 % de los chicos entre cero y 17 años que vive en casas pobres.
En el fondo, lo que está diciendo Acuña es “si los pibes que van a la escuela pública no tienen ni ventilador, mirá si les voy a poner aire acondicionado”. Si son pobres, ¿qué pretenden? En 140 caracteres llenos de odio de clase, la ministra liquidó todo el chamullo sobre la escuela “igualadora de oportunidades”.
Soledad Acuña expone y refuerza una concepción donde la escuela pública, igual que la salud pública, es para los pobres. Y a los pobres les corresponde una escuela pobre. Quien quiera otra cosa, que pague (aunque la ola de calor mostró que la educación privada tampoco garantiza nada).
Nuestra concepción es la contraria. Sabemos bien que la educación, por más excelente que sea, no anula las diferencias de clase y que la lucha por sacar a nuestros pibes de la pobreza es una lucha con el régimen de Acuña, Perczyk y compañía. Pero parte de esa lucha es pelear por las mejores condiciones para enseñar y aprender. No solo para garantizar, de verdad, la educación de los chicos, sino también para enseñar que no hay que aceptar las condiciones miserables que nos imponen.
Viva la docencia que lucha por una escuela pública en condiciones.